Existen en Manila tantos cementerios como razas y culturas la habitan. Chinos, árabes, americanos, filipinos… cada cual tiene su propio camposanto, pero hoy os hablaré del cementerio Norte, el más grande y peculiar de todos ellos.
De origen español, tiene sus orígenes en el siglo XIX y fue construido siguiendo los arquetipos arquitectónicos de los cementerios andaluces de la época. Cuando los españoles se retiraron de Filipinas, el cementerio pasó a ser de uso exclusivo para los habitantes de Manila, primero para los estratos sociales más altos y más tarde para todos aquellos que pudiesen pagar el alquiler de los nichos o panteones. La población filipina crece a uno de los ritmos más elevados del planeta siendo la media de unos seis hijos por pareja. Si a este crecimiento desaforado unimos la extrema pobreza en la que vive la gran mayoría de población, no nos costará imaginar que el tema de la vivienda es un problema mucho más que grave en este país y, particularmente, en la ciudad de Manila donde se agrupa la gran parte de la población total del país.
Esta necesidad imperiosa de encontrar un lugar donde vivir, ha llevado a que más de 10000 familias filipinas hayan convertido el cementerio en su hogar. Algunas familias viven en sus propios panteones familiares, siendo éstos herencia de varias generaciones atrás, otras viven allí con el consentimiento de los dueños, cuidando del mantenimiento y seguridad de éstos. El cementerio se ha convertido en una pequeña ciudad autosuficiente donde se pueden encontrar tiendas y diferentes servicios en los lugares más insospechados. Todos allí tienen alguna función o tarea, algunos trabajan como enterradores o como albañiles al cuidado de nichos y tumbas, los más jóvenes cobran unos centavos por acarrear los féretros. A parte de las familias que residen en el cementerio, los filipinos tienen la costumbre de “festejar” durante varios días la despedida de sus seres queridos, y los muertos son honrados por sus familiares en lugares habilitados para ello como pequeñas carpas o chabolas, durante estos días, la familia se entretiene jugando a las cartas o al bingo mientras que los más pequeños se dedican a patear un balón entre los nichos o a realizar pequeñas construcciones con los huesos que pueden encontrar tirados por cualquier lugar. El alquiler de un nicho cuesta unos quince dólares mensuales, cuando alguna familia no puede hacerse cargo del coste, el nicho se alquila a otra familia. Si nadie se hace cargo de los restos a retirar, estos suelen quedar arrinconados en sacos y, al tiempo, desperdigados por cualquier lugar.
Las condiciones higiénicas distan mucho de ser saludables, pero aún así, vivir aquí es un pequeño lujo que no todos pueden disfrutar. A escasa distancia, miles de familias viven en condiciones muchísimo peores, literalmente en el interior vertederos infinitos y en las más infrahumanas condiciones. Las autoridades se ven desbordadas por esta situación y nada pueden hacer para solucionarlo, pues en una economía precaria y con una superpoblación tan desmesurada poco pueden hacer. La pasividad del resto de naciones ante este problema también es total y las ayudas no van más allá de las que proporcionan las diferentes ONG´S que operan en el lugar.
Cualquier lugar es bueno para jugar una partida…
Pese a las condiciones en las que viven, el ayuntamiento pasa todos los meses la factura eléctrica a todos los panteones
Un caso parecido al de este cementerio se daba en la ciudad de El Cairo, pero allí el valor arqueológico e histórico del cementerio se pudo aprovechar para convertirlo en un lugar turístico y rentable económicamente para la ciudad y las miles de familias que allí vivían fueron realojadas en viviendas construidas para tal fin. Por desgracia, esto no sucederá en Manila y todo continuará como hasta ahora, con los niños jugando con cráneos anónimos de los que quizás fueron sus bisabuelos. Eso sí, sin perder jamás sus pequeñas sonrisas.
En algunos lugares, las casas se levantan sobre los nichos.
Fuente: Tejiendo al Mundo