Un Titanic nunca visto


El pecio duerme en la oscuridad: un amasijo de acero corroído disperso sobre un área de 400 hectáreas del fondo del Atlántico Norte. Los hongos se alimentan de sus . Extraños seres a los que no afecta la presión extrema merodean alrededor de sus desmoronadas . Desde su descubrimiento en 1985 por Robert Ballard, explorador residente de National Geographic, y Jean-Louis Michel, de vez en cuando un robot o un sumergible tripulado pasa sobre los lúgubres vestigios del Titanic, dirige hacia ellos el haz de un sonar, toma algunas , y se marcha.


A las 2.20 horas del 15 de abril de 1912, el «insumergible» RMS Titanic desapareció bajo las olas, llevándose consigo 1.500 vidas. Cien años después, nuevas tecnologías revelan las imágenes más completas, y las más íntimas, del famoso naufragio.




A unos cuatro kilómetros de profundidad, la espectral proa del Titanic emerge de la oscuridad durante una inmersión del explorador y cineasta James Cameron en 2001. El habría resistido una colisión con un iceberg, pero el choque por el costado de estribor perforó demasiados compartimentos estancos.




Con el timón hincado en la arena y dos aspas de una hélice asomando entre el fango, la maltrecha popa del Titanic yace en la llanura abisal, metros al sur de la proa, mucho más fotografiada. Esta imagen es una combinación de 300 fotografías de alta resolución tomadas en una expedición de 2010.




Las primeras panorámicas completas del legendario pecio
Las etéreas imágenes de la proa del Titanic ofrecen una riqueza de detalles antes nunca vista. Cada uno de los fotomontajes se compone de 1.500 imágenes de alta resolución, rectificadas con datos de sonar.






Dos motores del Titanic han quedado al descubierto a través de una brecha de la popa. Cubiertos de «carámbanos de óxido», estalactitas naranjas formadas por bacterias que se alimentan de hierro, estas colosales estructuras de cuatro pisos de altura propulsaron en el pasado al mayor objeto móvil construido por el hombre.




Cargada de carámbanos de óxido, un ancla de 15 toneladas cuelga del costado de babor del barco. El ancla de estribor se utilizó en las escalas de Cherburgo (Francia) y Queenstown (Irlanda), pero esta nunca se empleó. Sobre el sedimento del lecho marino yace una sección caída de la barandilla de acero de la proa.




La cubierta de paseo
Las luces de un sumergible penetran en los oxidados restos de la cubierta de paseo de primera clase del Titanic, que en su día fue tan atractiva como esta del Olympic (foto siguiente). Antes del hundimiento del Titanic las ventanas fueron abiertas, probablemente para cargar los botes salvavidas. Por una de ellas sacó el millonario John Jacob Astor IV a su esposa de 18 años y la puso en el bote número 4. Él permaneció a bordo y murió.




Cubierta de botes
Un único pescante sobrevive en la cubierta superior a la de paseo. Se necesitaban dos pescantes como este, uno en cada extremo del bote, para arriar un bote salvavidas al mar. El de la imagen se usó para bajar el bote plegable C, en el que J. Bruce Ismay, presidente de la compañía propietaria del Titanic, consiguió salvarse.




Los baños turcos
Baldosas de cerámica enmarcadas en madera de teca resplandecen en la zona de baños termales de primera clase. «Por primera vez en cien años, vemos lo mismo que vieron los pasajeros en 1912», dice Ken Marschall, quien creó vistas de los interiores combinando múltiples fotos individuales.




Navegando entre lujos
Sobre la chimenea eléctrica de la elegante suite de los Straus, parecida a la del Olympic (foto siguiente), se conserva intacto un reloj dorado. Isidor Straus, uno de los dueños de los grandes almacenes Macy’s, y su esposa, Ida, murieron juntos tras rehusar ella a subir a un bote salvavidas sin su marido. Al hallar el cuerpo de él, vestía abrigo forrado de piel, traje gris, botas marrones y calcetines negros de seda.




Mientras el Titanic zarpa del puerto de Southampton, los fotógrafos inmortalizan el momento desde un barco cercano. Cinco días después, este símbolo de una edad dorada, de unos años de progreso y opulencia, yacía en el fondo del Atlántico Norte. «La historia del Titanic siempre se recordará», dice Robert Ballard.